Personalmente, no me disgusta correr. Me resulta relajante lo que a otros puede parecerles aburrido: la monotonía es justo lo que lo convierte en hipnótico. Cuesta un poco empezar, vencer la inercia; luego es sólo coger un ritmo constante y seguir. Puede ser un ritmo tranquilo, cómodo, en el que te concentres en la respiración, o las piedras del camino. O uno rápido, agresivo, para liberar preocupaciones y frustraciones.
Sales a correr, te pones música, y a disfrutar del viaje. Claro, que antes es necesaria una preparación, una planificación general de la ruta, una correcta alimentación e hidratación - antes, durante y después. Porque una vez que corres, entras en una especie de trance y todo lo mundano se olvida. Si eres lo suficientemente cabezota (
como yo) llegas hasta donde te lo propongas, o durante el tiempo que consideres oportuno.
Más o menos, como escribir un blog. Cuesta empezar (de nuevo), requiere preparación (documentación) y el mismo proceso de escritura es relajante, casi terapéutico.
Sé que he estado mucho tiempo fuera, desconectada del todo. No tenía muy claro cómo volver y llevo semanas debatiendo conmigo misma. De hecho, he estado unas semanas de
voyeur, leyendoos en silencio, empapándome de vuestras vidas, o una parte de ellas, captando los detalles escondidos entre líneas.
La sensación general ha sido... curiosa. Como si hubiera vuelto a casa. Hace unos meses volví a Madrid y sentí lo mismo. Pero esta siempre ha sido mi segunda casa, donde me reencuentro con aquellos que ya me acogieron sin dudar una vez: a mí, mis reflejos y mis espejismos.
Sé que las
ausencias en la red
se pagan caras. Este blog ya se habría dado por muerto hace ni se sabe. El tiempo, sin embargo, es una percepción increíblemente relativa. ¡Y leeros me ha traído tan buenas vibraciones! Como si no me hubiera ido.
A terca no me gana nadie: vuelvo al blog.