lunes, diciembre 17, 2012

El Caos y la Noche

Alto, delgado, pálido, de pelo negro revuelto, sin control. De pasado incierto, misterioso y futuro aún más impredecible.

Hay personajes que quedan grabados para siempre en la memoria. Impactan con su sola presencia, con su evolución. La imagen mental que nos creamos de ellos es muy poderosa. Son seres increíblemente atractivos, en todos los aspectos de la palabra. Nos visitan en sueños, mucho después de haber concluído nuestra lectura sobre ellos.

Su vestimenta es una capa, o un manto negro como la noche, lleno de interrogantes, cuyos límites se funden con sus cabellos. Poseen miradas que atrapan al que mira, penetrantes, inolvidables. Arrastran a su víctima al límite de la locura ante lo que muestran a través de sus ojos.

Si esos ojos son verdes ya tenemos a dos de tres. Recuerdo que la primera vez que hice esa apreciación, recibí escepticismo y algo de sorna. A mí no me pareció tan inverosímil. El parecido físico era importante, a fin de cuentas, a pesar de las diferencias en tono de sus respectivas historias. Para mí, la descripción de Harry habría sido inspirada por la de Tarod. Claro que puede que sus autoras nunca hubiesen tenido el placer de leerse la una a la otra. Louise Cooper creó un Iniciado, y posteriormente un Proscrito, que acabó siendo decisivo en la batalla del Orden y el Caos. Joanne K. Rowling creó a un niño que sobrevivió y nos fue mostrando su crecimiento y su importante papel en la lucha entre el bien y el mal.

Con la diferencia de que en la trilogía sobre el Señor del Tiempo, el Orden y el Caos no simbolizan el Bien y el Mal. Los extremos, y especialmente los extremistas, son siempre peligrosos. Y esto nos lleva al tercer personaje en discordia. El Señor de la Noche.

Encontré a Nahadoth en el primer libro de la trilogía del Legado, Los Cien Mil Reinos. Su parecido con Tarod, tanto en descripción física como en cuanto a historia personal, me resultó apabullante. N. K. Jemisin había creado a un dios de la Noche y el Caos que fue atrapado en una cárcel humana como castigo por parte de otro dios, señor de la Luz y del Día, por rebelarse al orden de las cosas. Las similitudes eran enormes, y crecían por momentos. También había una mujer en medio, ¿o una diosa?, aunque su papel es bien distinto en el proceso, el final era bastante similar.

No quiero decir con esto que se trate de un plagio. Nada más lejos. Ambas historias son distintas y su desarrollo no es equivalente. El descubrimiento personal del pasado de Tarod y su enfrentamiento final son el objeto de los tres libros del Señor del Tiempo. Nahadoth, Señor de la Noche, y su particular lucha contra su hermano y enemigo, Itempas el Brillante, ocupa un lugar central en el primer libro, únicamente. Ignoro lo que ocurre en la continuación de la historia, ya que aún no la he leído.

Pero es curioso cómo parece funcionar el imaginario colectivo. Las descripciones precisas de la forma de los cabellos y los rasgos faciales son prácticamente calcadas en Tarod y Nahadot. Ambos inician su andadura en clara inferioridad respecto a su concepto opuesto. Ambos simbolizan el caos y la oscuridad para los hombres.

Y el manto que envuelve al Señor de la Noche es idéntico al que cubre al Señor del Sueño, Morfeo de los Eternos. Y con la imagen superpuesta de sus pálidos rostros, enmarcando unos ojos que nos atrapan como pozos sin fondo, nos fundimos en oscuridad y sueños agitados.

Buenas noches.

2 comentarios:

  1. Sabes que el Señor del Tiempo es mi trilogía favorita, y que la descubrí ¡gracias a tí! Así que si Nahadoth tiene aunque sea un mínimo parecido con Tarod, creo que he encontrado un auto regalo de Reyes.

    Y sí, curioso lo de los ojos verdes, hasta Bécquer tenía una historia al respecto. Yo que tú tendría miedito,jejeje :p

    (no me deja comentarte con mi usuario de wordpress... tendré que investigar)

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  2. Me encanta cuando contagio mis neuras :P

    Si te mola el primer libro, tengo el segundo, por cierto. Recuérdamelo.

    (manías de blogspot, supongo)

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