lunes, diciembre 31, 2012

Aférrate a mí (Fall on me) 4/4

Autor del fanfic original: Mariner. Escrito entre el Cáliz de Fuego y La Órden del Fénix. La historia está basada en personajes y escenarios creados por JK Rowling, a quien pertenecen. No se persigue provecho monetario alguno, ni la infracción de ninguno de los derechos de autor.


III

El resto del día transcurrió con bastante calma. Sirius se llevó una manta y un libro al jardín y se sentó allí durante varias horas, hasta que el sol se hundió en el horizonte y las sombras empezaron a alargarse sobre la hierba. Le estuve observando por la ventana de cuando en cuando y nunca le vi pasar una página.

Me senté a editar un artículo denso y largo que debía entregar en una semana. Era raro ponerse a trabajar como siempre cuando ahí fuera estaba Voldemort preparándose para la guerra. Era como si tuviera que estar haciendo algo más, algo útil y con sentido. En lugar de eso, me senté y me dispuse a luchar con cinco páginas llenas de notas al pie para un artículo sobre un nuevo método para destilar la solución básica de la poción Crece-huesos, que, aparentemente, incrementaba la productividad en un treinta por ciento. Me pregunté qué diría Severus Snape si supiera que estaba revisando sus referencias.

Escuché la puerta trasera abrirse y cerrarse al entrar Sirius, oí sus pasos mientras caminaba por la cocina, pero no le presté mucha atención hasta que escuché el grito y el ruido de cristales rotos.


¡Sirius!’ Salí del estudio y bajé las escaleras hasta la mitad, asomándome por la barandilla para echar un vistazo a la cocina. ‘¿Va todo bien?’ Había movimiento dentro y algo que parecía un lloriqueo, pero no hubo respuesta. Esprinté el resto de escaleras. ‘¿Qué está pasand…?

La figura que estaba de pie en mitad de la cocina no era Sirius. En un instante de confusión creí que era Harry, pero no, Harry era más bajito, delgado, joven. Aún así, ese perfil era inconfundible, esa barbilla obstinada, el pelo desordenado, y las gafas escurriéndose por la nariz. No era Harry. James.

Confié en ti.’ La voz de James sonaba calmada. No parecía enfadado o acusador, sólo triste y profundamente decepcionado. Estaba hablándole a Sirius, que había retrocedido hasta el hueco entre la nevera y la encimera y clavaba los ojos en la aparición con la mirada aterrorizada de un animal atrapado. ‘Te confié mi vida, la seguridad de mi familia, el futuro de mi hijo… Sabía que había un riesgo, por supuesto, pero no sabía que lo echarías todo a perder a la primera ocasión.

Sirius susurró algo con la voz rota – una defensa o una negativa, no pude distinguirlo. Estaba temblando de pies a cabeza. Había un charco de leche y cristales a sus pies. Sus piernas le fallaron y se hubiera caído de no ser por la pared a su espalda.

¿O ni siquiera lo intentaste?’ James avanzó un paso. Trozos de cristal crujieron bajo sus pies. ‘El encantamiento Fidelio era tu primera prueba y se la pasaste a otro apenas un día después de que te comprometieras a hacerlo. ¿Era demasiada presión para ti, Sirius? ¿O mucha molestia?’ Aún seguía sin parecer enfadado, pero ese tono en su voz de desconcertada traición era mil veces peor. Sirius ahogó un gemido.

Fue ese último sonido estrangulado el que me rescató de golpe de mi propia parálisis. Me obligué a mí mismo a abandonar el marco de la puerta y entrar tambaleante en la cocina. Había un salero encima de la mesa. Lo agarré y se lo tiré a James a la cara.

¡Eh!’ grité. ‘¡Por aquí!

Fallé el tiro, el salero se estrelló en la pared por encima de la cabeza de James, haciéndose añicos y espolvoreándole con un montón de cristalitos blancos. Fue suficiente para llamar su atención, se giró hacia mí dando la espalda a Sirius. Avancé otro paso, sacando la varita de la manga. Hubo un sonoro crujido, James había desaparecido y en su lugar me encontré mirando la luna llena.

Las ilusiones de un boggart siempre parecen más convincentes para la víctima que para los observadores. Sirius, si aún tenía fuerzas para mirar, probablemente sólo vería una esfera pálida y brillante flotando bajo el techo. Yo veía un cielo nocturno, y una luna gorda y amarilla, con esas sombras por su superficie que recordaban una cara. Incluso sentía una pálida brisa sobre la piel, oía cantar a los grillos y podía oler la fragancia húmeda de la tierra y la vegetación. Cada uno de mis sentidos me decía que estaba afuera, sin ataduras, libre para asesinar brutalmente cualquier vida inocente que se me cruzara una vez me hubiera transformado.

Pero no me estaba transformando. Mi mente permanecía clara, mi cuerpo me seguía perteneciendo. Mi carne no se estaba estirando para adoptar una forma alienada, ni mis huesos se retorcían. Ningún boggart, sin importar lo poderoso que fuera, podía imitar eso. Levanté mi varita un poco más.

¡Riddikulus!’ De nuevo sonó el mismo crujido. La luna se transformó en una enorme y reluciente bola de queso cheddar y cayó con un ruido sordo al suelo, donde fue inmediatamente atacado por un tropel de ratones de color púrpura. Se me escapó una risita, no por la imagen en sí, sino por el recuerdo de mi yo de trece años, que había pensado que ésa era la idea más graciosa del mundo. De la otra punta de la habitación llegó la risotada medio histérica de Sirius. Un último y ensordecedor crack, y el boggart desapareció.

La cocina resultaba excesivamente silenciosa y brillante ahora. El único sonido era la entrecortada respiración de Sirius. Se había escurrido pared abajo hasta el suelo y permanecía acurrucado en la esquina, con los brazos alrededor de las rodillas y la cara oculta. No pareció darse cuenta de cuando convoqué un hechizo para limpiar el desaguisado del suelo, ni cuando me acuclillé delante de él.

¿Sirius?’ No hubo respuesta. Los hombros de Sirius se sacudían, pero no emitía ningún sonido. Inicié un movimiento hacia él, pero me detuve a la mitad. Traté de hablar, pero mi boca se cerró sin emitir una palabra. Sentía una aplastante sensación de impotencia. ¿Necesitaba contacto o espacio para recuperarse? ¿Palabras de consuelo o silencio? No lo sabía, y mi ignorancia me paralizaba.

Al final, de pura desesperación, alargué la mano y le palmeé la rodilla, sólo una vez. ‘Sirius, no pasa nada. Ya se ha ido.

Sirius tembló violentamente y se pasó las manos por el pelo con brusquedad. ‘Estaba en el armario sobre el fregadero.’ Hablaba sin levantar la cabeza, por lo que tenía que inclinarme más para entender las palabras que llegaban amortiguadas. ‘Sólo buscaba un vaso. No me lo esperaba para nada.

Lo sé.’ Puse una mano sobre su hombro y tembló de nuevo, pero cuando intenté retirarla, me agarró la muñeca. ‘Fue un error. Nunca revisamos los armarios de la cocina.

Debería haber sabido lo que era. Una parte de mí lo sabía, pero… Simplemente no pude reaccionar.

Eso puede ocurrir cuando te coge por sorpresa.’ Yo mismo me había quedado paralizado como un idiota, y ni siquiera era mi propio temor. No tenía ni idea de cómo había sido la ilusión completa para Sirius, y no quería saberlo.

No habría importado, en cualquier caso.’ Sirius soltó mi muñeca y finalmente levantó la cabeza. Aún parecía enfermo y pálido, pero su voz se había vuelto más firme. ‘Ni de coña se puede hacer eso gracioso.

No,’ dije, ‘supongo que no.

Habría preferido un Dementor. Incluso uno de verdad.

No, eso sí que no.’ Agarré con fuerza los hombros de Sirius y me puse de pie, arrastrándole conmigo. ‘Sirius, ése no era James. Ni siquiera era una buena imitación de James – ¿le oíste hablar así alguna vez, acaso? Era tu miedo el que hablaba. No tienes que escucharlo.

Ah, ¿no?’ Los ojos de Sirius reflejaban desamparo. ‘Decía la verdad. Me acobardé y James y Lily murieron.

¿No te estás dejando un par de cosas? ¿Qué tal: “Me acobardé, y Peter resultó ser un traidor, y nadie se dio cuenta, y James y Lily murieron porque Voldemort les mató”? No recuerdo que el boggart mencionara esos detalles. Pero James lo habría sabido. No hay muchas cosas de las que esté seguro, Sirius, pero de ésta sí que lo estoy: James no murió pensando que todo fue culpa tuya.’ Tuve que reprimir el deseo de zarandearle, gritarle, *obligarle* a escuchar como fuera. Sirius era fuerte, me dije. Había sobrevivido doce años en Azkaban, dos años como un criminal perseguido. No iba a abandonar la lucha en mi cocina. De ninguna manera. ‘Sirius, ¿me estás escuchando?

Sirius no respondió. Cogí una silla y le empujé hacia ella; se sentó pesadamente, con la cabeza hundida y los hombros caídos. No sabía qué más decirle, así que decidí hacer té. Acababa de verter el agua hirviendo sobre las hojas, cuando Sirius habló al fin.

¿Remus?

¿Sí?

Gracias. Ese boggart me habría matado.

Olvídalo.’ Decidí tomarlo como una buena señal. No tenía ni idea de si había registrado alguna de mis palabras, pero si Sirius agradecía que le hubiera salvado la vida, era lógico suponer que no estaba preparado para declararse a sí mismo un caso perdido y dejarlo todo. Cogí una taza y un plato del armario y los coloqué en la mesa delante de él. ‘Toma. El té estará listo en un minuto. Espero que no quieras leche, ya que la has tirado toda.

Así está bien.’ Sirius se incorporó un poco y acercó la silla a la mesa. Le vi cuadrar los hombros, como si tratara de animarse a sí mismo después de algo desagradable o difícil, pero cuando me miró, sonreía. ‘Bueno… ¿cuánto falta para la cena?



FIN

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